Hay algo magnético en la forma en que Julia Roberts transforma un traje en una extensión de su personalidad. No se trata solo de elegancia o presencia, sino de una energía que equilibra la sofisticación con la naturalidad que siempre la ha distinguido. En su más reciente aparición en Londres, la actriz volvió a demostrar que el power dressing no es una tendencia para ella, sino un lenguaje que ya hizo propio, incluso como parte de su personalidad.
Con una blazer negra de corte clásico, camisa blanca abierta y bermudas de sastrería en tono gris, Julia Roberts apostó por un look que mezcla rigor y carisma. Pero el detalle que más capturó la atención fue la corbata, un accesorio que, lejos de endurecer el conjunto, aportó un toque inesperadamente lúdico. Sus detalles florales rompieron la rigidez del negro, introduciendo un guiño de color y feminidad que equilibró toda la composición.
El uso de la corbata no es nuevo en el estilo de Julia Roberts. Desde sus apariciones en alfombras rojas hasta sus sesiones editoriales, la actriz ha reivindicado el traje como una pieza que trasciende el género. Este gesto no busca apropiarse del poder masculino, sino reinterpretarlo desde una perspectiva femenina de libertad y autoconfianza. Cada vez que Julia Roberts lleva un traje, reafirma la idea de que la fuerza también puede ser suave, y la autoridad, profundamente personal.
La legendaria Pretty woman completó el look con medias de red finas, mocasines negros brillantes y un bolso estructurado en tono vino, que añadió contraste sin restar coherencia. Las gafas XL y su melena suelta aportaron ese toque de despreocupación chic que ha convertido su estilo en un referente.
Lo que diferencia a Julia Roberts del resto es su capacidad para vestir un traje sin que parezca un disfraz. En su caso, el power dressing se ha convertido en parte de su sello personal desde los 90’s, una época totalmente diferente desde la que ya gritaba seguridad, inteligencia y elegancia que no necesita permiso. Su manera de llevar una corbata con una sonrisa es, desde entonces, una declaración silenciosa de autenticidad.
Más que seguir códigos, Julia Roberts los reescribe con frescura. Su look es un recordatorio de que el poder no está en las prendas que usamos, sino en la manera en que las habitamos.