Demi Moore revivió el clásico flequillo que llevó en Striptease (1996) y nos encanta esta reinterpretación, se trata de un corte recto, compacto y brillante que se convirtió en el marco de una de sus etapas más icónicas, cuando su carrera ya se encontraba en la cima, la joven actriz del poder expresado a través de la elegancia controlada en un sencillo gesto de belleza. Su cabello liso, perfectamente alineado con un flequillo que rozaba las cejas, sintetizaba la fuerza interior de una mujer que podía ser sensual sin perder su autoridad.
Aquel estilo, pulido y meticuloso, no respondía al azar. En los noventa, Demi Moore entendía el cabello como parte de su narrativa, una prolongación de su identidad que prevalece actualmente. En alfombras rojas, editoriales y películas, ese flequillo estructurado se volvió una constante que equilibraba su rostro y reforzaba su presencia con tan sólo enmarcar su mirada verde y dulce que sigue siendo un síntoma de precisión sin frialdad; una forma de control visual que habla por ella.
Casi tres décadas después, Demi Moore recupera ese gesto con un lenguaje distinto. En su imagen más reciente, el flequillo reaparece más ligero, con textura y un movimiento que revela madurez sin rigidez. Ya no busca la perfección geométrica, sino una naturalidad que acompaña la confianza adquirida. La transición es sutil pero poderosa y pasa de la determinación al dominio sereno, sin duda, Elizabet Spark no volvió a ser la misma desde La Sustancia.
El regreso de este corte coincide con una tendencia global que reivindica la autenticidad. El flequillo recto —ahora reinterpretado como power fringe— funciona como un marco suave que realza las facciones y aporta estructura sin exceso. En Demi Moore, se convierte en una extensión de su estilo vital, sobrio, coherente y sin necesidad de adornos superfluos para una de las mejores etapas de su carrera profesional de la mano de Gucci.
Su melena oscura, cuidada con la misma disciplina que en los noventa, conserva ese brillo que se asocia con la sofisticación sin esfuerzo. A lo largo de su carrera, ha pasado por transformaciones radicales —del pixie de Ghost a la melena lacia de G.I. Jane—, pero el flequillo siempre regresa cuando busca reconectarse con su esencia visual. Es el punto medio entre lo clásico y lo contemporáneo, entre el pasado y la afirmación actual.
Más que un recurso estético, el flequillo de Demi Moore es una lección de consistencia. Un recordatorio de que la elegancia no depende de las décadas, sino de la capacidad de sostener un gesto y volverlo parte esencial de su identidad.