Durante la Semana de la Moda de París, Georgina Rodríguez volvió a confirmar su dominio absoluto del glam con un look que mezcla sensualidad clásica y precisión estética. Su aparición en el desfile de Balenciaga fue un ejemplo de cómo la sobriedad puede volverse magnética cuando se acompaña de detalles estratégicos, y el más poderoso de ellos fueron sus uñas largas, afiladas y esmaltadas en un tono borgoña intenso que se ha convertido en el nuevo símbolo de elegancia nocturna y deslumbran junto a su maxianillo de compromiso.
El color, profundo y brillante, se sitúa entre el rojo vino y el marrón oscuro —una gama que evoca el lujo discreto de los años noventa—, y contrasta a la perfección con su piel cálida y el brillo satinado de su camisa negra. Esta elección no solo resalta la feminidad sofisticada de Georgina Rodríguez, sino que también anticipa una de las tendencias beauty más fuertes del otoño, manicuras oscuras que proyectan poder y refinamiento sin recurrir al negro absoluto.
El resto del look es una lección de equilibrio visual. Georgina Rodríguez apostó por una camisa de seda negra de escote profundo, una prenda que dialoga con la estética minimalista que Balenciaga ha llevado al extremo en las últimas temporadas. Su melena, peinada con ondas marcadas y efecto húmedo, aporta una textura sensual que remite al glam cinematográfico de los años 2000, mientras su maquillaje —piel luminosa, labios nude y pestañas definidas— suaviza la intensidad general del conjunto.
Pero el verdadero golpe de efecto reside en el cuello con un collar de diamantes en capas que culmina en una esmeralda de gran tamaño. La joya, de corte clásico y proporciones escultóricas, enmarca el escote con una precisión casi arquitectónica, convirtiéndose en el eje visual del atuendo. Con una copa de vino en mano y la confianza que la caracteriza, Georgina Rodríguez encarna la versión más contemporánea del lujo, una mujer exitosa que entiende la importancia del detalle y que convierte una manicura en una declaración de lujo.