Antes de la reina Isabel II —fallecida el 8 de septiembre 2022—, la última reina más longeva fue la reina Victoria. Con 19 años subió al trono y pasó a la historia como un símbolo de unión nacional y cambio político, pero su sentido de la moda no pasó desapercibido —no por nada se reconoció la 'época victoriana’. Uno de sus primeros hitazos en referencias de estilo fue el vestido de coronación, ceremonia que tomó lugar un 28 de junio de 1838 y cuyo ropaje aún permanece en buenas condiciones.
La ‘incómoda’ ceremonia de coronación de la reina Victoria
Carlos III dijo que quería una ceremonia de coronación más laxa que las tradicionales —considerando que la de su mamá duró tres horas, pero no tiene comparación con las 5 horas que duró la de la reina Victoria. No solo fue muy larga, sino que les faltó ensayar muchas cosas; el decano de la ceremonia colocó el anillo en el dedo incorrecto (lastimándola) y un servidor se cayó por las escaleras mientras hacía un homenaje a la reina. Un poco vergonzoso para la época.
El obispo pensó que la ceremonia había acabado —cuando no fue así—, y Victoria tuvo que regresar a su asiento. Aún así, la adolescente que se convirtió en reina de Inglaterra lo recordó en su diario como “el día más orgulloso de mi vida”, vía Westminster Abbey.
El vestido de coronación de la reina Victoria
Victoria, la ‘abuela de Gran Bretaña’, usó un vestido blanco de satén con encaje en las orillas y encima la Supertunica, una túnica que la Royal Collection Trust describió como “lamé dorado con hilos de oro sobre un tejido amarillo brocado en seda policromada con un diseño que incorpora rosas Tudor, cardos y tréboles dentro de un bordado hojas de palma estilizadas”. De hecho, a Victoria tuvieron que hacerle esta túnica desde cero, pues a comparación de los hombres que fueron coronados previo a ella, necesitaba algo de talla más pequeña.
Lo mismo sucedió con la corona: le hicieron una corona imperial más pequeña, a cargo de los joyeros Rundell, Bridge & Co, quienes usaron un total de 3,093 gemas (el rubí del Black Prince y el zafiro de St. Edward entre ellas).
Para su llegada a la Abadía de Westminster, Victoria llevaba una bata de terciopelo carmesí sobre un rígido vestido de satén blanco con bordados dorados. Este era un vestido típico de noche para 1838, con escote redondeado que cae sobre los hombros y sin corpiño plisado. Era difícil lograr faldas amplias sin ayuda de un soporte mecánico.
“La corona fue colocada en mi cabeza; lo cual debo admitir, fue un momento muy hermoso e impresionante”.
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