Cuando Kim Kardashian lanzó su nueva línea de tangas con vello púbico visible bajo su marca SKIMS, internet ardió. No era la primera vez que lo hacía: meses antes había presentado un bra con pezones moldeados, defendido como “una respuesta al pudor absurdo que sigue dictando cómo deben verse los cuerpos femeninos”. Pero esta vez, la conversación fue más incómoda. ¿Por qué una prenda íntima con vello —algo natural— provoca tanto rechazo, incluso entre las mujeres?
La polémica tiene menos que ver con la moda y más con la educación cultural que durante siglos ha asociado lo femenino con la pulcritud, la corrección y la complacencia. El cuerpo de la mujer —en especial su cuerpo desnudo— ha sido regulado, editado, depilado y suavizado al punto de convertirse en un lienzo sin textura. Y cada vez que alguien, como Kim Kardashian, intenta devolverle una dosis de realidad, el escándalo se activa.
Un antecedente en la alta costura
El desfile de John Galliano para Maison Margiela celebrado a principios de 2024 en la Semana de la Alta Costura de París será recordado por muchas cosas. Quizá la más anecdótica —y visionaria— es la que nos ocupa ahora, un par de años después. Varias modelos se subieron a la pasarela luciendo merkins, es decir, pelucas para el pubis que dejaban entrever el vello bajo los vestidos de gasa y tul. Kim Kardashian, que se encontraba entre las ilustres invitadas, debió de tomar buena nota de aquello. Dos años después, su marca SKIMS presentó una línea de tangas decoradas con vello púbico falso en 12 tonos distintos, desde el castaño oscuro hasta el rubio platino, cabe destacar que la colección se agotó en menos de 24 horas.
El gesto, que podría parecer un simple guiño provocador, se alinea con una tendencia más profunda dentro de la moda contemporánea: la recuperación del cuerpo como territorio de expresión política y artística. John Galliano lo hizo desde la teatralidad del desfile; mientras que Kim Kardashian, desde la masividad del mercado. Ambas propuestas, cada una en su propio lenguaje, plantean la misma pregunta: ¿por qué lo natural sigue siendo lo más transgresor?
El tabú del vello y la historia de una censura estética
El vello púbico no siempre fue un símbolo de descuido o provocación. En la antigüedad grecorromana, los cuerpos femeninos eran representados con naturalidad, sin obsesión por eliminar lo que hoy se consideran imperfecciones. Fue a partir del siglo XX, con el auge de la publicidad y el cine de masas, que la depilación comenzó a imponerse como norma de higiene y feminidad. Revistas, campañas y filmes convirtieron la piel lisa en sinónimo de modernidad, y el vello pasó de ser una característica biológica a un motivo de vergüenza.
En ese contexto, la tanga peluda de Kim Kardashian no solo desafía una preferencia estética, sino una construcción cultural. Su existencia incomoda porque pone sobre la mesa lo que se ha querido borrar desde hace años, que las mujeres tienen cuerpos reales, y que esos cuerpos cambian, crecen y poseen texturas.
Los pezones moldeados y el miedo a la evidencia
El mismo patrón se repite con el caso del bra con pezones erguidos que SKIMS propuso en 2024. Lejos de una estrategia de shock superficial, la pieza se presentó como un gesto de ironía ante la censura sistemática del pezón femenino —aún prohibido en redes sociales— frente a la tolerancia del masculino. Kim Kardashian explicó que su intención era normalizar lo que el mundo sigue considerando ofensivo: un cuerpo que no pide disculpas simplemente existe.
Sin embargo, el público dividió opiniones. Para muchos, el lanzamiento era una burla; para otros, un acto de libertad performática. En ambos casos, el debate se desplazó del objeto al prejuicio: ¿por qué una marca que ha hecho de la silueta perfecta su negocio ahora promueve lo imperfecto? La contradicción, aunque evidente, es también la esencia del fenómeno Kardashian: usar la hipervisibilidad para exponer los límites del pudor contemporáneo.
Entre la provocación y la revolución estética
Las críticas no tardaron en llegar. Algunos acusaron a Kim Kardashian de banalizar el feminismo; otros celebraron el gesto como una invitación a reconciliarse con el cuerpo sin filtros. Lo cierto es que su propuesta se inserta en una conversación más amplia sobre cómo la cultura popular redefine la relación con la sensualidad, la autenticidad y la mirada pública.
Hoy, mostrar vello o pezones no es un acto de rebeldía en sí mismo, pero sigue siendo una forma de señalar cuánto queda por desmontar del imaginario patriarcal. Las prendas de SKIMS funcionan como un espejo ya que muestran hasta qué punto la sociedad sigue incómoda con lo natural.
La tanga con vello púbico no busca vender erotismo, sino exponer una incomodidad colectiva. Tal vez el verdadero escándalo no sea la prenda, sino el recordatorio de que el cuerpo femenino sigue siendo terreno de disputa tal como John Galliano lo evidenció en la pasarela; Kim Kardashian lo llevó a las masas.