Hay colaboraciones que se anuncian y luego están esas que despiertan pura emoción. La unión entre Mughal y Eduardo Sarabia son de las más emocionantes. No solo porque se trata de un artista que ha sabido construir un lenguaje singular y reconocible con cerámica, textiles y azulejos, sino porque su mirada sobre identidad y memoria encuentra un escenario inesperado en el mundo de los tapetes.
Sarabia, mexicano estadounidense con sello global, conoce el poder de los símbolos. Su obra flota entre lo íntimo y lo cultural, y ha conquistado museos de México, Estados Unidos y Europa. Ahora lleva ese imaginario a una colección que transforma el piso en un territorio narrativo que tiene la ceiba y el oro como hilo conductor.
La propuesta con Mughal mezcla motivos botánicos, guiños místicos y una paleta profunda que refleja la tradición textil. Cada pieza funciona como un pequeño universo donde lo sagrado, historias familiares y lo cotidiano conversan sin fricción. Es fácil imaginar los tapetes como jardines portátiles. Paisajes tejidos a mano que hablan de abundancia, vida y buena suerte, pero también del gusto por rodearse de objetos que cuentan una historia.
La calidad también entra al juego. Mughal trabajó con fibras 100 por ciento naturales, desde seda hasta lana de Nueva Zelanda, para lograr brillo, suavidad y un acabado que cambia sutilmente con la luz. Los tapetes se elaboraron en India con nudos tibetanos de alta densidad, lo que permite una precisión notable en el dibujo y un tacto que se siente como un lujo silencioso.
El resultado es una colección que no busca solo decorar. Quiere transformar la atmósfera del espacio. Invita a caminar con curiosidad, como quien explora un sendero nuevo. Y confirma que cuando un artista se atreve a cruzar de disciplina, el hogar puede convertirse en el escenario perfecto para que esa historia siga creciendo