La última confesión de Victoria Beckham ha sorprendido incluso a quienes han seguido su carrera durante años, desde la década de los noventa, no ha vuelto a probar el chocolate. Lo dijo con naturalidad, como si hablara de una simple costumbre, pero el trasfondo de esa decisión revela una historia mucho más compleja, ligada al control, la disciplina y el costo emocional de la perfección.
A lo largo de su trayectoria —primero como integrante de las Spice Girls y después como diseñadora—, Victoria Beckham ha vivido bajo una exposición mediática que convirtió su cuerpo en objeto de escrutinio. En entrevistas recientes ha hablado abiertamente de los desórdenes alimenticios que enfrentó en su juventud y de cómo aprendió a ocultar lo que comía, lo que sentía y lo que mostraba al mundo. No comer chocolate desde hace más de treinta años no es un simple acto de voluntad, es una forma de control sobre un cuerpo que durante décadas no le perteneció del todo.
La frase surgió de forma casual durante una escena del nuevo documental de Netflix en la que, su esposo, David Beckham le ofreció un chocolate. La respuesta de Victoria Beckham fue inmediata y contundente:
No he comido chocolate desde los 90. No voy a empezar ahora
Desde siempre, su alimentación se ha caracterizado por una precisión casi quirúrgica: pescado a la parrilla, verduras al vapor, ausencia de lácteos y rechazo a cualquier alimento procesado. David Beckham ha mencionado en varias ocasiones la constancia de su dieta, describiéndola como parte esencial de su identidad. Pero detrás de esa rigidez hay algo más que disciplina; hay una búsqueda de estabilidad en medio del juicio público y la presión estética.
Lo que hoy Victoria Beckham comparte no es una anécdota sobre su menú, sino una confesión sobre las heridas que deja la mirada ajena. En los noventa, el cuerpo femenino fue un campo de batalla entre la moda, los medios y los estereotipos de perfección. Ella fue una de las figuras más expuestas a ese ideal y, al mismo tiempo, una de las que lo desafía ahora con honestidad.
No comer chocolate puede parecer un detalle mínimo, pero en su historia se convierte en un símbolo de resistencia, de vulnerabilidad y de reconciliación con su salud. A lo largo del documental, Victoria Beckham no habla desde la culpa ni desde el control, lo hace desde la consciencia de lo que cuesta habitar un cuerpo observado, y de la libertad que implica hacerlo finalmente desde la decisión propia.