Vivian Jenna Wilson ya no es simplemente la hija de Elon Musk. Hace poco más de cinco años tomó una decisión que alteró para siempre la narrativa sobre quién es. En 2020, ya con 16 años, reveló al mundo lo que ya sabía en su interior: es una mujer trans. No fue un camino fácil. Por un lado, su madre, Justine Wilson, la acogió con apoyo, sin sorpresa, ni cuestionamientos. Por otro lado, su padre, Elon Musk, no solo tardó en comprender, sino que se distanció, incluso hasta el punto de condenar públicamente lo que ella sentía como algo vital para su existencia.
Desde entonces, la relación entre Vivian Jenna Wilson y Elon Musk no sólo ha sido lejana, sino agreste mediante una guerra de declaraciones que le han dado la vuelta al mundo, por un lado, el magnate ha decidido seguir llamando a su hija por su nombre de nacimiento (Xavier Alexander Musk) mientras que Vivian Wilson decidió renunciar al apellido de su padre a quien ha llamado niñato y narcisista en más de una ocasión.
El camino hacia afirmarse no es solo interno. A los 18 años, Vivian Wilson logró legalmente cambiar su nombre y género, adoptando el apellido de soltera de su madre, declarando que ya no quería tener vínculo alguno con su padre. Legalmente se emancipó también de esa conexión simbólica que definía tanto de su historia.
El nacimiento de una estrella de la moda
Recientemente, Vivian Wilson subió por primera vez a una pasarela durante la Semana de la Moda de Nueva York, lo hizo envuelta en algo más que telas, luces y miradas. Su debut no fue un simple estreno modelístico, sino un acto consciente de presencia, resistencia, visibilidad. Bajo el tema “MISS USA 1991: a Dream Sequence”, la propuesta de Alexis Bittar para su colección primavera-verano 2026 fue una llamada directa de atención hacia los estados donde los derechos trans están bajo ataque, hacia la misoginia, la objetivación y los discursos que borran cuerpos que no encajan en lo hegemónico. Vivian Wilson representó Miss South Carolina en esa escenografía, un estado que dice no haber visitado nunca, pero que simboliza ―literalmente― las fronteras políticas y sociales que ella está cruzando.
El contraste entre la hija trans que fue juzgada por su feminidad, que escuchó que debía ser más masculina según relatos que ella misma cuestiona, y la mujer segura que desfila bajo reflectores diciendo aquí estoy, con esta verdad marca una fractura esencial. Vivir sin el respaldo emocional ni afectivo pleno de quien fue su progenitor le ha impuesto un costo, y al mismo tiempo le ha encendido una fuerza propia innegable.
Ese debut en la pasarela es también un acto de rebeldía, íntimo y político, rebelarse contra las narrativas que la minimizan, contra la invisibilidad, contra la idea de que ser hija de alguien tan célebre y poderoso puede definirla. Porque ella ha dejado claro que no quiere que el apellido Musk la determine. Ha dicho públicamente que ya no desea estar relacionada con él de ninguna manera, forma o grado.
Al modelar, al mostrarse, Vivian Wilson no está vendiendo algo; está existiendo. Está usando la moda como vehículo de su derecho a ser vista, a que su cuerpo trans sea legítimo, querido, acogido y respetado. Este acto no solo es para ella, representa a tantos que buscan eco de su historia propia en redes sociales, entrevistas, portadas y pasarelas. Porque su lucha personal tiene resonancias colectivas: afirmar la identidad trans cuando las leyes, los discursos públicos y hasta las dinámicas familiares intentan borrarla o condicionarla.