Todo lo que debes saber antes de considerar los hilos tensores para reestructurar tu piel

Un procedimiento del que se habla cada vez más cuando la piel empieza a pedir soporte, pero aún no exige decisiones drásticas ni resultados evidentes

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Todo lo que debes saber antes de considerar los hilos tensores para reestructurar tu piel

Daniele Venturelli/WireImage

Los hilos tensores suelen entrar en escena en silencio. No llegan como una promesa espectacular ni como un antes y después inmediato, sino como una conversación que aparece cuando el rostro empieza a cambiar de forma sutil. No hay urgencia ni dramatismo, solo la intuición de que algo se está moviendo —la piel, el contorno, la forma en que el tiempo empieza a notarse— y la necesidad de entender qué opciones existen antes de cruzar a otro terreno.
Se trata de un procedimiento mínimamente invasivo que se realiza en consultorio y que, bien indicado, puede integrarse de forma discreta en un plan de cuidado facial a mediano plazo.

Qué son exactamente los hilos tensores

Los hilos tensores son filamentos reabsorbibles que se colocan debajo de la piel mediante cánulas o agujas finas. El material más utilizado es el PDO (polidioxanona), ampliamente conocido en cirugía por su perfil de seguridad. También existen variantes de PLLA o PCL, cada una con tiempos de reabsorción y estímulo distintos.
Estos hilos no permanecen de forma permanente en el cuerpo. Con el paso de los meses se degradan de manera natural, pero el efecto que provocan en la piel va más allá de su presencia física.

Cómo actúan una vez colocados

Su acción ocurre en dos niveles. El primero es inmediato: al insertarse, los hilos generan un ligero efecto de sostén que puede mejorar la definición del área tratada. El segundo es progresivo y más relevante ya que el organismo responde al hilo produciendo colágeno alrededor de él.
Este proceso no es visible de un día para otro. La piel cambia con el tiempo, se vuelve más firme, con mejor calidad y resistencia. No se trata de estirar, sino de reforzar la estructura cutánea desde dentro.

En qué zonas se utilizan con mayor frecuencia

Los hilos tensores suelen aplicarse en el óvalo facial, la línea mandibular, las mejillas, el cuello y, en casos específicos, en cejas. Funcionan mejor en pieles que aún conservan elasticidad y no presentan flacidez severa.
Por eso no sustituyen procedimientos quirúrgicos ni están pensados como solución universal. Son una herramienta más dentro del abanico de tratamientos estéticos actuales.

Qué resultados son realistas

El cambio es sutil. La piel se ve más sostenida, con mejor textura y definición, sin que el rostro pierda naturalidad. El resultado inicial puede notarse de inmediato, pero el verdadero efecto aparece semanas después, cuando el colágeno comienza a reorganizarse.
La duración depende del tipo de hilo, la edad, la calidad de la piel y los hábitos de cada persona, pero suele mantenerse entre 12 y 18 meses.

Lo que conviene considerar antes de hacerlo

Aunque es un procedimiento rápido, requiere criterio médico y conocimiento anatómico. No todas las personas son candidatas, y no todas las expectativas son compatibles con este tratamiento. Una mala indicación o una técnica deficiente pueden generar resultados poco armónicos.
Desde una mirada editorial, los hilos tensores no responden a la obsesión por corregir el rostro, sino a una forma contemporánea de cuidar la piel sin forzarla. Funcionan cuando se entienden como lo que son: un apoyo estructural, no una promesa de transformación.

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