La noticia del fallecimiento de Diane Keaton, el 11 de octubre de 2025, dejó a la industria del cine con una sensación de incredulidad y ternura melancólica. En medio del duelo, un nombre comenzó a circular con fuerza en redes y titulares: Reggie, el golden retriever que compartió con la actriz los últimos años de su vida.
No era un personaje público, pero sí una presencia constante. Quienes seguían las redes sociales de Diane Keaton lo sabían bien, Reggie aparecía a menudo en su cuenta de Instagram, jugando en el jardín, posando junto a la actriz o protagonizando los pequeños momentos de humor cotidiano que ella solía compartir. En abril de 2025, apenas unos meses antes de su muerte, publicó una imagen de ambos celebrando el National Pet Day. Esa foto —su última publicación conocida— se transformó en un símbolo de lo que realmente importaba en su vida: el afecto sencillo y la compañía leal.
Poco después de su partida, comenzaron a circular versiones que apuntaban a que Reggie podría ser el beneficiario de una parte de la herencia de Diane Keaton, valorada en alrededor de 100 millones de dólares según estimaciones de medios estadounidenses. Algunos sitios en internet resaltaron la posibilidad de un fideicomiso de 5 millones de dólares destinado a garantizar el bienestar del perro. Sin embargo, ninguna fuente oficial o documento legal ha confirmado esta información hasta ahora.
Lo cierto es que, aunque la historia tiene tintes cinematográficos, la realidad es más emocional que económica. Reggie era el compañero inseparable de una mujer que había elegido vivir sola, sin pareja estable ni hijos biológicos, pero rodeada de afectos genuinos. Diane Keaton adoptó a Reggie en 2020, y desde entonces el perro se volvió parte de su rutina diaria con largas caminatas, tardes de lectura y sesiones de fotos improvisadas que mezclaban humor y ternura de un vínculo irrompible entre ambas.
El rumor de la herencia, más allá de su veracidad que no ha sido confirmada ni desmentida, refleja una verdad profunda: el modo en que Diane Keaton valoraba los vínculos no humanos con la misma intensidad que los humanos. No sería la primera celebridad en establecer un fondo para el cuidado de una mascota —casos similares se han documentado en figuras como Karl Lagerfeld o Betty White—, pero lo significativo aquí no es la cifra, sino el gesto.