Cada cambio de temporada redefine la manera en que nos relacionamos con el color, y el pelo no es la excepción. Lo que funcionó hace un par de años puede comenzar a sentirse cansado, y lo que alguna vez se percibió como arriesgado de pronto luce demasiado familiar. En 2026, la conversación sobre colorimetría da un giro sutil, elegante y consciente, entre menos saturación y más matices; menos contrastes bruscos y más intención. Y en ese movimiento, ciertos tonos que fueron tendencia durante años comienzan a desvanecerse del panorama.
El primero en perder protagonismo es el platinado extremo, ese tono casi blanco que definió la estética de celebridades y pasarelas por temporadas completas. Aunque seguirá presente en nichos muy específicos, 2026 marca una transición hacia rubios más suaves, con temperaturas calibradas y un brillo que se percibe más natural. La razón no es solo estética, es práctica y es que mantener un platinado impecable implica procesos agresivos y una rutina de mantenimiento que pocas personas desean sostener en un año donde el cuidado capilar cobra más relevancia que el impacto visual inmediato.
También se despide la intensidad del cobrizo hiper saturado, esa versión exageradamente anaranjada que se volvió viral gracias a filtros y tendencias digitales. Este 2026 favorece variantes más equilibradas, donde el cobre se combina con reflejos dorados o avellana para dar profundidad sin dramatismo innecesario. La estética de belleza evoluciona hacia tonos que acompañan la textura del cabello en lugar de exigir una corrección constante.
Otro tono que pierde fuerza es el castaño frío sin dimensión, aquel marrón uniforme que parecía práctico, pero terminaba apagando los rasgos. La tendencia actual busca calidez estratégica, luces ligeras que den movimiento y sombras que resalten la estructura facial. Las melenas monocromáticas, especialmente en tonos fríos puros, se alejan porque no dialogan con la luz natural y tienden a endurecer el gesto.
Los fantasía neón, que tuvieron un momento glorioso durante la explosión del color experimental, también se repliegan. Su mantenimiento es alto, su decoloración es intensa y su duración es corta. En 2026, quien elige tonos fantasía prefiere variaciones más suaves como lilas difuminados, rosas empolvados, verdes pastel. La intención se inclina hacia el refinamiento, no hacia la saturación absoluta.
Finalmente, el negro azulado intenso comienza a ceder espacio a versiones más flexibles, como los negros cálidos o los tonos espresso con reflejos sutiles. No es que el negro desaparezca, en 2026 se suaviza. El azul profundo se siente demasiado rígido para las tendencias actuales, que buscan sofisticación con mayor versatilidad.
En conjunto, el adiós al 2026 no elimina colores, sino que los transforma. La paleta capilar se vuelve más matizada, más cercana a la textura real del cabello y más consciente del cuidado que demanda. Es un año que invita a elegir tonos que acompañen la piel, la rutina y la esencia de cada persona, sin el peso de sostener una tendencia que ya cumplió su ciclo.