Pocos inventos han cambiado de manera tan silenciosa y definitiva nuestra forma de vestir como el zipper. Ese mecanismo de dientes metálicos o plásticos que hoy damos por sentado en pantalones, vestidos, bolsos o botas, es en realidad una de las innovaciones más recientes en la historia de la indumentaria. Su origen se remonta al siglo XIX, pero su impacto fue tan radical que, en apenas unas décadas, logró desplazar a los botones en buena parte de la moda contemporánea.
El inicio del zipper, una idea por delante de su tiempo
El primer intento documentado de lo que hoy reconocemos como el zipper apareció en 1851, cuando Elias Howe, inventor de la máquina de coser, registró una patente bajo el nombre de Automatic Continuous Clothing Closure. Su proyecto nunca se fabricó, pero abrió la puerta a pensar en un cierre continuo que reemplazara la repetición de botones. La versión práctica llegó en 1893 de la mano de Whitcomb Judson, quien presentó su clasp locker en la Exposición Universal de Chicago. Aunque torpe y poco funcional, ya proponía un sistema de ganchos que podía abrirse y cerrarse de un tirón.
El perfeccionamiento que lo cambió todo
El verdadero salto se dio en 1913, cuando Gideon Sundback, ingeniero sueco radicado en Estados Unidos, creó un modelo más confiable: el Separable Fastener. A partir de ahí, el zipper comenzó a ser producido de manera industrial, primero en botas y bolsos. Su éxito inicial se debía más a la utilidad que a la moda ya que facilitaba ponerse y quitarse el calzado de manera rápida, algo muy apreciado en tiempos de modernidad acelerada.
El momento de consagración
El zipper alcanzó legitimidad en la moda durante la década de 1930. En 1937, los pantalones masculinos con zipper se convirtieron en un fenómeno después de que la revista Esquire lo promoviera como una solución más elegante y práctica que los botones. Ese mismo año, en París, diseñadores de alta costura comenzaron a integrarlo en vestidos de mujer, presentándolo como un símbolo de modernidad. En ese punto, el cambio era irreversible: el zipper ya no era una curiosidad técnica, sino un elemento de estilo y practicidad.
¿Cómo logró reemplazar a los botones?
La clave estuvo en su versatilidad. El zipper no sólo era más rápido, también ofrecía nuevas posibilidades de diseño. Permitía crear siluetas ceñidas al cuerpo, aberturas discretas y cierres invisibles que no podían lograrse con botones. Mientras los botones se mantenían en camisas o prendas donde formaban parte del ornamento nostálgico, el zipper conquistaba pantalones, faldas, vestidos y hasta chamarras de aviador, convirtiéndose en sinónimo de modernidad.
El zipper en la cultura del lujo
Lejos de ser un mero recurso utilitario de practicidad, el zipper rápidamente se transformó en un símbolo cultural. Elsa Schiaparelli lo llevó a la alta costura en la década de los treinta, específicamente en la colección invierno de 1935-36, incorporando cierres visibles en vestidos y chaquetas, mientras que en la posguerra se convirtió en un signo de juventud y rebeldía gracias a las chamarras de cuero de la época. Hoy, sigue siendo un elemento de diseño en colecciones de firmas de lujo que lo reinterpretan en versiones metálicas, ornamentadas o con acabados escultóricos y finamente detallados.
El cierre que nunca se cerró
Aunque han pasado más de cien años desde su invención, el zipper conserva su vigencia absoluta. Es práctico, adaptable y sigue evolucionando con nuevos materiales y tecnologías. Los botones jamás desaparecieron, incluso se sofisticaron, pero el zipper se consolidó como el rey silencioso de la ropa contemporánea: una pieza pequeña que revolucionó el vestuario de todo el planeta.