El monstruo más humano del cine contemporáneo
En la nueva versión de Frankenstein, Guillermo del Toro se aleja del terror para construir una fábula visual sobre la fragilidad, la identidad y la belleza de lo imperfecto. El director, reconocido por su mirada poética hacia lo monstruoso, reinterpreta la obra de Mary Shelley desde una sensibilidad profundamente emocional, donde el horror no nace del cuerpo deformado, sino de la soledad y del rechazo.
El resultado es una película que combina lo sublime con lo devastador, una historia sobre la creación, la maternidad simbólica y el deseo de pertenecer. Como en gran parte de su filmografía —de El laberinto del fauno a La forma del agua—, Guillermo Del Toro vuelve a convertir la oscuridad en un espacio donde habita la ternura.
Una estética gótica y exquisita
La dirección de arte es uno de los pilares del filme. Inspirada en el romanticismo europeo del siglo XIX, la película juega con contrastes entre luz y penumbra, entre texturas nobles y heridas visibles. El vestuario —con tejidos de lana, seda envejecida y piel— evoca una elegancia desgastada, casi de reliquia.
Cada elemento parece hablar de un mundo que se descompone con belleza, los interiores saturados de sombras, las luces que se filtran como suspiros, y los colores que transitan entre el gris plomo y el dorado apagado. Es un homenaje visual al barroquismo del alma humana, que Guillermo Del Toro traduce en movimiento.
El monstruo como espejo
El nuevo Frankenstein no busca asustar, sino conmover. En esta lectura contemporánea, la criatura encarna a todos los cuerpos y emociones que el mundo ha intentado marginar. Es el reflejo de quienes han sido creados y luego abandonados, de quienes buscan amor sin saber cómo pedirlo.
El discurso es sumamente relevante en la actualidad ¿qué significa ser humano cuando tu existencia depende de la aceptación ajena? Guillermo Del Toro responde con una imagen de empatía, la monstruosidad como forma de resistencia, la diferencia como un lujo emocional.
Moda, melancolía y mito
Además de la conmovedora versión que interpretó Guillermo del Toro, la cinta dialoga con la moda desde su construcción visual. Hay algo de haute couture en cada detalle: las capas voluminosas, los encajes translúcidos, la rigidez de los corsés, la melancolía de los tonos apagados y la alta joyería en el personaje de Mia Goth que más que un vestuario, llevó una segunda piel que cuenta la historia de Elizabeth Lavenza.
Guillermo Del Toro convierte lo gótico en sofisticación y lo grotesco en arte desde un enfoque sumamente humano y sentimental, por ello, Frankenstein deja de ser una historia de miedo para transformarse en un manifiesto visual sobre la vulnerabilidad como una forma de belleza.
Gracias a esta reinterpretación del clásico, el director mexicano es uno de los favoritos para la próxima edición de los Oscar en 2026.