En 2018, el mundo volteó hacia un rincón de Devon, Inglaterra, donde Lord Ivar Mountbatten —primo de la reina Isabel II— se casaba con su pareja, James Coyle. No fue solo una ceremonia íntima en Bridwell Park, su propiedad familiar, sino un gesto histórico: el primer matrimonio entre dos hombres dentro de la familia extendida de la realeza británica. Seis años después, la pareja continúa unida, demostrando que el cambio no solo fue simbólico, sino también duradero.
Así inició la historia que revolucionó el amor en la familia real
La historia entre Lord Ivar Mountbatten y James Coyle comenzó en un resort de esquí en Suiza. Él, aristócrata británico y padre de tres hijas; James, un exdirector de servicios de cabina con una sonrisa que desarmó los prejuicios. El flechazo fue inmediato, pero lo verdaderamente valiente vino después: cuando Lord Ivar Mountbatten decidió hablar abiertamente de su orientación y presentar públicamente a James Coyle. En sus propias palabras, “no fue la monarquía la que me limitó, sino el miedo de mi generación”.
Una boda que redefinió la tradición
El 22 de septiembre de 2018, frente a familiares y amigos cercanos, la pareja unió sus vidas. La exesposa de Ivar, Penny Mountbatten, lo acompañó hasta el altar en un gesto de respeto y apoyo que dio la vuelta al mundo. No hubo lujos desmedidos ni cámaras oficiales; fue una ceremonia privada y sincera, un reflejo de cómo el amor puede convivir con la herencia más conservadora sin perder autenticidad.
Seis años después: una vida compartida sin títulos ni etiquetas
Hoy, Lord Ivar Mountbatten y James Coyle continúan juntos. Su relación se mantiene sólida, según confirmó el propio Ivar en 2023 a través de Instagram: “Seguimos muy enamorados, y mientras él me lleve de viaje, no hay razón para dudarlo”. Ambos decidieron vender Bridwell Park en 2024 para iniciar una nueva etapa en un espacio más pequeño y tranquilo, alejados del ruido mediático, pero fieles al compromiso que los unió.
Más allá del apellido
Lo que comenzó como un acto de amor se convirtió en un símbolo de evolución. En una institución construida sobre el peso de los linajes, ellos eligieron la honestidad como herencia. Su historia recuerda que incluso entre coronas y protocolos, el amor sigue siendo el gesto más revolucionario.