La imagen de Chiara Ferragni siempre estuvo asociada a lujo, estrategia digital e impecable manejo de marca. Durante una década construyó un imperio que parecía blindado: moda, colaboraciones internacionales, empresas multimillonarias y una presencia que parecía imbatible, sin embargo, 2025 se convirtió en el año más complejo de su carrera cuando la justicia italiana abrió un proceso penal por estafa agravada relacionado con sus colaboraciones benéficas. Y sí, el caso no es mediático solamente, sino legalmente serio.
La controversia comenzó con el llamado Pandoro Gate, una edición especial de un tradicional pan navideño italiano promocionado como parte de una campaña con fines solidarios. El público entendió —porque así fue comunicado— que parte de las ventas se destinaría a un hospital infantil. Las investigaciones posteriores determinaron que la donación vinculada al proyecto no dependía de las ventas reales pues ya se había realizado antes de lanzar el producto, y no existía un aporte proporcional asociado al volumen comercial. En términos legales italianos, eso se considera una forma de engaño hacia el consumidor.
Cuando el caso escaló, las autoridades no se concentraron solo en la parte administrativa —que ya había derivado en multas a sus empresas por prácticas comerciales desleales— sino en un nivel penal. Para la Fiscalía de Milán, el uso de una causa social como herramienta de marketing sin transparencia completa constituye un delito y no sólo una infracción. Con este argumento, se abrió formalmente una acusación por estafa agravada, una figura que incrementa las penas cuando el engaño involucra sensibilidad social o un beneficio económico relevante.
La situación se volvió más crítica cuando los fiscales italianos solicitaron una condena que puede traducirse en tiempo de prisión efectivo. No es una especulación, la Fiscalía pidió una pena que ronda el año y medio, y existen escenarios legales en los que podría aumentar dependiendo de la resolución final del tribunal. Aunque el sistema italiano contempla reducciones o sustituciones de pena en ciertos contextos, la acusación sigue siendo grave y representa un riesgo real para la influencer y empresaria.
Lo más relevante —para la industria de la moda y el lujo— es el impacto simbólico del caso. Chiara Ferragni no solo es una figura influyente, en realidad se consolidó como el arquetipo del influencer-empresaria que convirtió su imagen en una corporación. Que una mujer en esa posición enfrente un proceso penal por falta de transparencia en campañas benéficas marca un punto de inflexión para toda la industria. Las marcas observan el caso con atención porque podría establecer un precedente sobre qué tan estricta debe ser la comunicación en ventas con causa.
Hoy, mientras el juicio continúa, el imperio Ferragni está en un estado de pausa estratégica. Las colaboraciones se redujeron, sus apariciones se volvieron controladas y la narrativa pública ha cambiado hacia la responsabilidad social. El veredicto no solo definirá su futuro legal, sino la forma en que se regulan las colaboraciones entre influencers, marcas y causas filantrópicas.