Faltan cinco horas para que Sabato De Sarno presente su segunda colección para Gucci. En el espacio del desfile en Milán, se percibe una notable ausencia del frenético caos que suele llenar las horas previas a un desfile de moda: la música suena genial, la pasarela desnuda luce impecable y las modelos que han empezado a llegar parecen genuinamente felices de estar allí. Lo mismo ocurre con el equipo de Gucci: nadie muestra caras ansiosas ni están planchando la ropa frenéticamente.
De Sarno recorre el espacio y queda instantáneamente claro que esta atmósfera de moda inusualmente serena es obra suya. Sonríe y saluda "¡Ciao!” a casi todas las personas que pasa, repartiendo muchos abrazos en lugar de gestos breves o besos dobles.
De Sarno habla de su colección de otoño de 2024 con gran reverencia hacia las muchas personas que ayudaron a crearla. “Para mí, tener conversaciones con todas las personas con las que trabajo siempre es inspirador”, dice. “Aprender diferentes puntos de vista de algunas de las personas que han estado con Gucci durante décadas es importante. El pasado y las experiencias de estas personas son importantes.” Menciona en particular a una mujer que lleva más de 40 años en la empresa trabajando en diseño de calzado, diciendo que es fundamental para asegurarse de que todo lo que extrae del archivo se actualice y evolucione hacia algo digno del cliente actual. Un ejemplo: la nueva bota alta de montar de Gucci, hecha en cuero suave como mantequilla y adornada con el hardware de la hebilla del caballo en el talón. Algunas de las modelos detrás del escenario ya se las han puesto, hablando sobre lo mucho que les encantan y lo cómodas que son.
Recorrer los estantes de looks con De Sarno proporciona una idea de cuánto significa cuando dice que es “un diseñador” en el sentido técnico, y alguien que presta atención al “producto y al proceso”. Se le ve encantado al escanear un vestido de encaje transparente decorado con lentejuelas claras, casi imperceptibles como gotas de agua, y al pasar sus manos por las costuras precisas de uno de sus abrigos ahora característicos, algunos de los cuales están hechos con botones ajustables y ocultos en la parte trasera para que puedan desabrocharse y usarse más sueltos, dependiendo de la forma y preferencia del usuario. También se centró un poco en los tejidos de punto esta temporada, con bonitos y ajustados jerséis de bouclé. La mano de obra es exquisita de cerca, especialmente el patchwork de piel de serpiente en zigzag en una chaqueta de cuero y el corpiño y corte de un vestido de lana sin tirantes. La colección de otoño es una evolución natural de su debut, una que aún se inclina un poco hacia un cliente más joven pero que tiene el potencial de expandirse más allá de las mujeres que querrán esos espectaculares vestidos de tirantes y atractivos pantalones cortos de cuero.
Le comento a De Sarno que no parece una presentación de colección, sino más bien un viaje de compras para mirar ropa deseable. “Para mí, el verdadero desfile de moda está en la tienda”, dice emocionado. “Cuando la colección llega a las tiendas y la gente puede acercarse mucho a la ropa y ver los detalles y probarse las prendas y enamorarse de las piezas, eso es lo que significa lujo”.
Cuando De Sarno comenzó en Gucci hace casi siete meses, se le encomendó una tarea casi imposible: alejar a la marca de la estética audaz, exagerada y avasalladora de su anterior director creativo hacia algo más cercano, más atractivo. De Sarno dice que le importa profundamente vestir a seres humanos reales para sus vidas muy reales. “Siempre empiezo con las personas”, dice. No le interesa hacer ropa para que la gente se tome selfies (aunque hay muchas piezas “instagrammeables” en la colección actual) ni complacer a un pequeño grupo cerrado dentro de la industria cuyas opiniones, en última instancia, no tendrán ninguna influencia en, por ejemplo, una mujer del Medio Oeste que entra en una tienda Gucci y se enamora de un saco de doble abotonadura perfectamente entallado.
Le cuento a De Sarno que mi mamá visitó su tienda Gucci local en Chicago el otro día, solo para ver algunos de los cambios que se han hecho. Le encantó lo “elegante” que se veía todo, desde los interiores hasta las vitrinas hasta las bolsas y las prendas en sí, le digo. “Para ser honesto, me importa más la opinión de tu madre que la de algunas personas técnicas de la industria”, responde con una sonrisa. “Además, no puedes imaginar cuántos mensajes recibo de jóvenes estudiantes o de personas comunes y corrientes que no trabajan en moda, diciendo cuánto aprecian las nuevas colecciones, lo reales que se sienten las prendas y cómo fueron a una tienda, se probaron un abrigo y se enamoraron de él. Esto, para mí, es moda”.
Vía: Harper’s Bazaar US.
