En el escenario de su debut como director creativo de Dior, Jonathan Anderson no se limitó a vestir cuerpos con estéticas tradicionales sobre lo que se esperaba de su participación en París Fashion Week 2025, por el contrario, el creativo esculpió siluetas en el aire con un toque inolvidable.
En aquella pasarela que lo vio debutar, los sombreros arquitectónicos se alzaron como protagonistas absolutos, elevando cada look a un acto performativo, uno de los más esperados de la temporada, definitivamente. Su apuesta por las piezas con ala estructural o geometría audaz no fue un mero detalle arbitrario, fue una declaración de intenciones y de tendencias estéticas que regirán a Dior durante su reinado como el genio detrás de, el manifiesto simbólico de un diseñador que no teme reinventar el legado y así, honrarlo en clave contemporánea.
La colección SS2026 de Dior capturó la atención no sólo por los cortes o las asimetrías, sino por esos sombreros que rozaban lo dramático, de alas rígidas, volúmenes desafiantes, geometrías que parecían desafiar la gravedad. En algunos casos, las siluetas recordaron tricornios reinventados, pero reinterpretados con matices contemporáneos —no como referencias literales, sino como reinterpretaciones técnicas y visuales de una nueva era—. Cada pieza presentada jugó con tensión, sombra, luz, contorno. Ese contraste deliberado entre la ligereza sugerida por un ala y la firmeza de la estructura interna es lo que convierte estos sombreros en esculturas funcionales y distintivas de Anderson.
Lo interesante es que estos accesorios no se sintieron aislados, sino integrados al guardarropa propuesto ya que acompañaron vestidos con caderas voluminosas, siluetas inclinadas, juego de capas y rupturas de escala. En conjunto, crearon personajes para la nueva narrativa de la maison con individuos envueltos en arquitectura textil cuyo rostro no se oculta, sino que se enmarca con teatralidad. Esa tensión entre lo íntimo (el rostro) y lo gigantesco (la estructura del sombrero) es uno de los grandes aciertos del debut, por cierto, fuertemente ovacionado por los asistentes.
Y sí, esa ovación al final del desfile fue elocuente. El público, atrapado por la visión de Jonathan Anderson, se puso de pie con un entusiasmo casi unánime. Esa reacción no fue solo cortesía del mundo de la moda, fue reconocimiento a un acto de construcción estética. En ese momento, quedó claro que Dior no solo recibía un nuevo director, sino una nueva forma de pensar accesorios como territorio creativo.