Entrevista por: Majo Guzmán
No todas las historias de filantropía empiezan con glam; algunas comienzan con resistencia, burocracia y puertas que se abren sólo cuando se insiste desde el corazón. Así nació Amor Infinito, la fundación que Bárbara Mori y Óscar Aguirre construyeron hace 13 años para cumplir los sueños de niñas y niños con enfermedades en etapa terminal. Desde el inicio, la regla fue clara: transparencia absoluta. En un país donde la desconfianza puede frenar incluso las mejores intenciones, decidieron caminar despacio, sin atajos y sin palancas.
Ese primer obstáculo —la negativa a obtener el permiso de donataria autorizada— definió el tono de todo lo que vendría después: avanzar a pesar de lo complejo, sostener la causa sin perder la ética y creer que, con paciencia, el trabajo bien hecho encuentra su camino. Seis meses después, el permiso llegó. Ahí empezó el despliegue silencioso de una misión que no se mide en cifras, sino en momentos: un niño que ve el mar por primera vez, la niña que se reencuentra con su papá, el adolescente que descubre que sí tiene derecho a soñar aunque su reloj sea distinto al de los demás.
El reto emocional de acompañar lo inevitable
Bárbara Morí habla de estos años con una honestidad que desmonta cualquier romanticismo. Ayudar también implica pérdidas. A veces el sueño está listo para cumplirse, la logística resuelta, el viaje autorizado… y el niño se va antes. Al principio, regresar a casa después de cada encuentro era devastador. Con el tiempo, aprendieron a mirar esas partidas desde otro lugar: entender que estos niños llegan con misiones inmensas y dejan un aprendizaje que permanece. Para quienes permanecen, la pérdida se convierte en una brújula silenciosa que recuerda lo esencial: nada es para siempre, nada nos pertenece y por eso hay que vivir con el corazón más abierto.
Cuando la joyería se convierte en un puente
En 2025, un encuentro inesperado dio origen a una alianza luminosa. A través de un amigo en común, el equipo de H.Stern conoció la fundación y su propósito. La marca, con un largo historial de apoyo a causas relacionadas con mujeres y niños, encontró en Amor Infinito una resonancia inmediata. “Buscamos que más personas se sensibilicen, que sepan que estas historias existen”, compartió Alessandra, representante de la firma.
La respuesta fue inmediata: un día completo de venta en la flagship store de H.Stern en Polanco, donde se dona un porcentaje para apoyar los sueños de la fundación, pero la meta va más allá del monto recaudado. H.Stern quiere abrir conversaciones, crear conciencia, acercar la causa a gente que quizá nunca ha pisado un hospital pediátrico, pero que sí puede actuar, donar, o incluso convertirse en padrino de un sueño.
El lujo entendido como acto de humanidad
La unión entre H.Stern y Amor Infinito ilustra algo que a veces olvidamos, el lujo también puede ser un vehículo para amplificar sensibilidad. En este caso, una joya no es sólo un objeto; es una chispa que ayuda a financiar experiencias que transforman vidas.
Para Bárbara Morí, la causa también ha sido un viaje interno. Hablar con niñas y niños que creen que no tienen derecho a soñar le abrió preguntas profundas sobre cómo habitamos el mundo. La filantropía, para ella, no es dar desde arriba, sino dejar que lo que te conmueve te abra el corazón. “Cuando lo abres, ves que las necesidades de los demás importan tanto como las tuyas”, dice.
Y quizás ahí está el verdadero centro de este proyecto: entender que acompañar a alguien en su sueño es, también, una forma de sanar.