Yo, adicto: la serie que convirtió la vulnerabilidad en una interpretación histórica de Oriol Pla

La miniserie española que llevó a Oriol Pla a ganar el Emmy Internacional retrata un viaje íntimo sobre adicciones, vulnerabilidad y transformación, contado desde una honestidad que no deja espacio para adornos

Cuando las sombras se convierten en búsqueda la esencia de Yo, adicto.jpg

Yo, adicto: la serie que convirtió la vulnerabilidad en una interpretación histórica de Oriol Pla

Anadolu

Yo, adicto es uno de esos proyectos que no se explican desde la espectacularidad, sino desde la verdad. La historia parte del testimonio real de Javier Giner, quien decidió convertir su proceso de rehabilitación en una obra narrativa con la misma fuerza con la que lo vivió. La ficción inicia cuando un joven profesional del mundo audiovisual ingresa a un centro de desintoxicación después de un periodo de consumo compulsivo que atraviesa varias dimensiones de su vida: sustancias, relaciones y emociones que dejó de reconocer como propias.

La serie no se construye sobre golpes de efecto ni giros inesperados; su profundidad está en lo cotidiano, la habitación de la clínica, los silencios, los ejercicios terapéuticos y esa sensación de tocar fondo que pocas veces se muestra de forma tan frontal. El guion, escrito con sensibilidad y precisión, evita glorificar el dolor. En lugar de ello, se acerca a la vulnerabilidad desde un punto de vista íntimo, sin dramatismos artificiales.

El trabajo de Oriol Pla es uno de los mayores aciertos. Su interpretación no se limita a reproducir lo que está escrito; parece dialogar con cada fractura interna del personaje. Oriol Pla sostiene la cámara con una naturalidad que hace imposible desviar la mirada. Esa entrega le valió el Emmy Internacional, un reconocimiento que premia no solo su técnica, sino la capacidad de sostener una historia que exige una honestidad absoluta.

La serie también destaca por su estructura breve. Son seis episodios que condensan un proceso complejo sin perder ritmo ni profundidad emocional. Cada capítulo funciona como un fragmento del propio Javier Giner: momentos de resistencia, de ferocidad, de lucidez y, sobre todo, de confrontación consigo mismo. En pantalla, el centro de rehabilitación no es un escenario dramático, sino un territorio donde las identidades se desarman para reconstruirse desde otro lugar.

El impacto de Yo, adicto radica en su tono: directo, introspectivo y sin concesiones. No romantiza la adicción ni la convierten en un espectáculo; la muestra desde la humanidad de quien estuvo ahí y decidió contarlo. Y eso es justamente lo que la diferencia de otras producciones sobre el tema.

Dónde verla

La miniserie está disponible en Disney+. Desde la primera escena, es evidente que no es una ficción para maratonear por inercia: pide atención, silencio y una disposición real a entrar en un relato que se sostiene en emociones crudas.
Yo, adicto no es ligera, pero su peso es justamente lo que la hace relevante. Es una obra que invita a mirar de frente aquello que solemos evitar y, al hacerlo, revela la fuerza que aparece cuando alguien decide dejar de huir.

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