Margot Robbie nos recuerda un principio básico que no puede negarse porque va en contra de nuestra esencia: las marcas son personalidades y deben alinearse (o encajar perfecto) con la nuestra.
Nos ayudan a proyectar nuestro estilo; son una extensión no un complemento.
Cuando las celebs hacen una colaboración, por lo general evalúan si comparten algo. Lo malo del negocio de la moda es que casarse con un diseñador o mansión es ponerse la soga al cuello.
Es mejor tener varios amoríos que un matrimonio, sobre todo si se torna en uno aburrido.
Por DAFNE RUIZ
Esta es la importante lección que nos comparte la actriz y productora australiana Margot Robbie
Por supuesto que es difícil decir que no si te piden matrimonio con un contrato millonario (porque lo fue, ¿verdad, Chanel?).
Si se basa en vestir como una mujer frígida a cambio de unos cuantos millones de dólares por cuatro-cinco años, sin gusto lo haría, pero lo haría.
Al final es una apuesta, y no siempre se gana aunque parezca segura.
Cual princesa de cuento, Margot Robbie despertó del hechizo que Chanel le había puesto: lucir como una inexpresiva reina de hielo; reina porque joven no se veía.
Los más enojados fans de la actriz insistían en redes sociales que Chanel la estaba vistiendo como si fuera una abuela sumamente conservadora.
Las fotos no mienten; Margot se veía incómoda, desdichada… y atrapada.
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En su primera aparición libre del yugo de la mansión idolatrada mundialmente (¿o más bien nos referimos a Coco?), la protagonista de la próxima película de Barbie lució mucho más sexy, segura, libre, poderosa, pero sobre todo feliz… en Bottega Veneta.
El pasado 19 de noviembre, Robbie asistió a los Governor’s Awards, celebrados en el Fairmont Century Plaza de Los Ángeles, enfundada en un vestido recortado, satinado verde esmeralda con el nudo dorado insignia de la marca.
Si bien ese fue el anuncio oficial de su divorcio con Chanel, en los días pasados ya había vestido Bottega Veneta para ocasiones más casuales… también con sonrisa de impacto.
Nadie puede ocultar la felicidad verdadera y no siempre te la puede dar un Chanel.
Moraleja de este cuento de hadas: Chanel no es para todas… y Margot Robbie tampoco.
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