La manicura de verano ha hablado, y su lenguaje es directo, dulce y audaz. Las uñas de chicle —una tendencia que explora tonos rosa fresa, azul eléctrico, lavanda glossy y verdes vibrantes con acabado vinilo— se están imponiendo en redes sociales y pasarelas como la respuesta estética al exceso de neutralidad que dominó los últimos años.
Este nuevo fenómeno no es ingenuo. Su energía visual y su colorido táctil tienen raíces claras: viene de la nostalgia 2000s, la cultura pop femenina reinterpretada con ironía, y la necesidad de rescatar el juego en la belleza después de temporadas marcadas por el clean look.
¿Qué son exactamente las uñas de chicle?
No se trata solo del color, sino del efecto completo: tonos saturados —como si fueran sacados directamente de un empaque de goma de mascar o de un esmalte de juguete—, con acabado ultra brillante, pulido como caramelo recién salido del envoltorio. Algunas versiones incluso integran textura tipo jelly o capas de encapsulado translúcido que recuerdan al brillo pegajoso del chicle en su máxima expresión.
La clave: colores juguetones, superficies brillantes y una actitud sin pretensiones, pero de alto impacto.
Tonos clave en la tendencia
- Rosa chicle neón
- Azul Bubble gum
- Lavanda jelly
- Verde manzana
- Melón translúcido
¿Por qué está sucediendo esta tendencia?
Las uñas se han vuelto un terreno fértil para jugar con diferentes estilos y tendencias, la primera mitad del 2025 vimos tendencias muy discretas y sofisticadas, por lo que en la recta final del año veremos diseños mucho más arriesgados como las uñas de chicle que permiten ese tipo de libertad estética necesaria: son llamativas, efímeras y alegres. No buscan encajar en el lujo tradicional ni en el minimalismo nórdico, sino provocar un efecto inmediato de energía y diversión visual.
Además, encajan con la oleada de referencias 2000s que están dominando la moda —desde los bolsos baguette hasta el maquillaje glossy— y funcionan tanto en estéticas coquette como cyber-Y2K.