¿Deberíamos realmente aceptar consejos de belleza de una inteligencia artificial?

El auge de la inteligencia artificial promete rutinas perfectas y piel sin errores, pero también plantea una pregunta ética: ¿puede una IA entender lo que realmente significa sentirnos bellas y sanas?

Biometric identification. Metaverse Technology concepts.

¿Deberíamos realmente aceptar consejos de belleza de una inteligencia artificial?

Maria Korneeva/Getty Images

El algoritmo ya no solo recomienda música o series, ahora sugiere cómo maquillarte, qué crema usar y hasta qué rasgos deberías optimizar en tu rostro. Las herramientas de inteligencia artificial han entrado de lleno en la industria de la belleza prometiendo personalización total. Desde apps que analizan tu rostro hasta bots que diseñan rutinas completas, la tecnología parece conocer tu piel mejor que tú misma, pero, ¿cuánto de eso es ciencia y cuánto es simulación?

Según un informe de The Business of Fashion, más del 60% de las consumidoras jóvenes ya ha probado alguna herramienta de IA vinculada con el cuidado de la piel o el maquillaje. Sin embargo, la precisión de estos sistemas depende de los datos con los que fueron entrenados. Si el algoritmo aprendió con rostros de un solo tipo de piel o etnia, el resultado puede ser tan sesgado como los estándares que la industria ha intentado superar por décadas.

Entre el espejo y el código

Aceptar consejos de belleza de una IA no solo implica confiar en su criterio técnico, sino también renunciar a la subjetividad que hace única nuestra relación con el cuerpo. La máquina puede calcular el porcentaje de grasa o el nivel de luminosidad de la piel, pero no puede entender si esa textura te hace sentir segura, sensual o vulnerable.
La psicóloga estética Anouchka Beaudet explica que la IA “traduce la belleza en datos, pero el bienestar en la propia piel es una experiencia emocional”. Lo que para un algoritmo es una imperfección, para una persona puede ser su sello más humano.

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El riesgo de la homogeneidad

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El riesgo de la homogeneidad

A medida que los filtros, las recomendaciones automáticas y los avatares mejorados se vuelven la norma, surge un nuevo riesgo ante la IA, la uniformidad. Si todas seguimos los mismos parámetros digitales, la belleza se vuelve un molde. Las líneas de expresión, los tonos únicos y las asimetrías —esa belleza que escapa al algoritmo— quedan fuera de la ecuación.
Más allá de la eficiencia, la pregunta es ¿qué tipo de relación queremos construir con la tecnología? ¿Una que nos diga cómo vernos o una que nos ayude a mirarnos con más compasión?

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Lo que la IA no puede replicar

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Lo que la IA no puede replicar

La IA puede afinar una imagen, pero no puede captar la emoción detrás de una mirada o la confianza que transmite una piel real. Tal vez el verdadero lujo del futuro no sea tener una rutina generada por un bot, sino aprender a filtrar sus consejos sin perder la intuición humana que hace que la belleza siga siendo un arte, no un cálculo.

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