Durante años, el maquillaje se asoció con la idea de cubrir, corregir o transformar. Pero en 2025, la narrativa cambió por completo. Las pasarelas de París, Milán y Nueva York confirmaron una nueva dirección estética, se trata del maquillaje efecto cara lavada. Un gesto aparentemente simple, pero que implica toda una filosofía de belleza —una en la que la piel respira, el color se insinúa y la imperfección se vuelve parte del encanto.
Las pasarelas más prestigiosas de este año apostaron por esta tendencia con beauty looks casi imperceptibles. Piel desnuda, cejas naturales y labios con apenas un toque de bálsamo. Lejos de ser la ausencia del maquillaje, este estilo requiere precisión y productos diseñados para amplificar lo esencial. Se trata de construir una versión más pura del rostro, donde cada trazo tiene la intención de dejar ver quién está detrás del maquillaje, no ocultarlo.
El éxito del bare-skin look no se limita a las pasarelas. En el street style y las redes sociales, cada vez más mujeres —modelos, editoras y creadoras de contenido— adoptan esta estética que celebra la piel real. La base ya no busca cobertura total, sino textura saludable; el iluminador se aplica con mesura, y el rubor se funde como si viniera desde dentro. Se trata de una tendencia donde el maquillaje no es ni siquiera un accesorio.
Los makeup artist coinciden en que lograr este efecto sin maquillaje exige una preparación cuidadosa. La piel es la protagonista, por lo que la rutina previa de hidratación es clave. Las bases ligeras con acabado satinado, los correctores estratégicos y los tintes translúcidos reemplazan al contorno y al polvo. Todo se difumina con las yemas de los dedos, respetando el relieve natural del rostro.
El maquillaje efecto cara lavada responde también a un cambio de mentalidad, y es que actualmente, la autenticidad se valora tanto como el estilo, por lo que, este look simboliza una forma de resistencia frente a los filtros y los estándares imposibles, y por ello, esta tendencia rompe esquemas, ya que prioriza la naturalidad del rostro con ligeros retoque que sólo potencializan la belleza.
Al final, no se trata de renunciar al maquillaje, sino de reinterpretarlo. De entender que la belleza más sofisticada no siempre necesita dramatismo, sino honestidad. Así, lo que comenzó como un gesto minimalista en las pasarelas se ha convertido en un lenguaje global donde la piel real, la luz natural y la confianza destellan como mejor filtro.