Las máscaras de Martin Margiela regresaron en el marco de la Semana de la Alta Costura de París. Maison Margiela presentó una de las colecciones más esperadas de la temporada: el debut de Glenn Martens al frente de la línea Artisanal, tras la salida de John Galliano en 2024. El diseñador belga, conocido por su enfoque conceptual y por su trabajo en Y/Project y Diesel, asumió el reto de reinterpretar los códigos de una de las casas más enigmáticas de la moda sin traicionar su ADN. El resultado fue una colección que combinó precisión técnica, teatralidad contenida y una carga simbólica palpable desde el primer look.
Máscaras como narrativa
El elemento más inquietante —y poderoso— del desfile fueron las máscaras completas que ocultaban los rostros de las modelos. Este recurso, lejos de ser anecdótico, se remonta al legado fundacional de la maison. Martin Margiela utilizó las máscaras en sus primeros desfiles como una forma de eliminar el ego del rostro y devolver el protagonismo absoluto a la prenda.
Glenn Martens retoma ese gesto, pero le añade una lectura contemporánea: en una época donde la imagen y la identidad se sobreactúan constantemente en redes, cubrir el rostro se convierte en un acto de resistencia contra la dictadura del influencer, un espacio de anonimato voluntario. Las máscaras, metálicas, de vinilo, a veces translúcidas, transformaban a las modelos en esculturas vivientes. Cada una parecía más un personaje que una persona.
El desfile se llevó a cabo en un espacio teatral, con pisos gastados y muros desnudos. La escenografía acompañaba el carácter áspero, pero romántico de las prendas: corsetería desestructurada, faldas de tul intervenidas con materiales reciclados, mangas exageradas, encajes oscuros, telas oxidadas y aplicaciones de apariencia industrial. Martens llevó la deconstrucción a un plano emocional: cada look parecía reconstruido desde los fragmentos de algo anterior.
El diseñador mantuvo algunos de los gestos dramáticos de John Galliano, como las siluetas fantasmales y la narrativa visual, pero con un enfoque mucho más contenido y cerebral. El exceso fue sustituido por capas de significado. Nada era gratuito.
Una nueva etapa para la maison
La salida de John Galliano tras más de una década marcó el cierre de una era teatral, barroca y profundamente performativa. Martens, sin renunciar al impacto, propone otra vía: la del concepto transformado en forma, del gesto sutil que exige una lectura atenta. La colección de otoño-invierno 2025/2026 no es solo una carta de presentación, sino una afirmación clara de hacia dónde se dirige la casa: a un lugar más introspectivo, más crudo, más fiel al enigma con el que Maison Margiela fue concebida.
Recepción crítica y proyección
En general, la crítica coincidió en que este debut posiciona a Glenn Martens como uno de los nombres más interesantes del presente. La colección fue descrita como intelectual sin ser inaccesible, radical sin ruido, poética sin dulzura.
En redes sociales, las máscaras desataron interpretaciones diversas: desde quienes las vieron como una crítica a la cultura de la imagen, hasta quienes las celebraron como un homenaje sobrio al espíritu original de la casa. Lo cierto es que el desfile no dejó indiferente a nadie.
Con su primera colección de Alta Costura para Maison Margiela, Glenn Martens no solo presentó una serie de prendas memorables, sino que abrió una conversación visual sobre el anonimato, la reconstrucción y la memoria. Las máscaras, lejos de ocultar, revelaron la profundidad conceptual que marca el inicio de una nueva etapa para la maison. Una etapa que promete ser tan desafiante como relevante.