La cena de Navidad no empieza cuando se sirve el plato fuerte, sino mucho antes: en el momento en que alguien se sienta a la mesa y entiende, sin que se lo expliquen, que ese espacio fue pensado para compartir. Acomodar la mesa no es una prueba de protocolo ni un examen de elegancia; es una forma silenciosa de marcar el tono de la noche. Y, como todo lo que realmente funciona, no necesita exageración.
El punto de partida: menos centro, más espacio
Antes de pensar en platos, servilletas o copas, hay una decisión clave: dejar respirar la mesa. Evita saturarla con centros enormes o decoraciones que obliguen a mover cosas cada vez que alguien quiere servirse vino. En Navidad, menos volumen visual suele traducirse en más comodidad. Un arreglo bajo, velas delgadas o ramas naturales funcionan mejor que cualquier composición aparatosa.
El orden básico que nunca falla
No hace falta memorizar reglas de hotel cinco estrellas. Basta con seguir una lógica sencilla:
- Plato base al centro, alineado con la silla.
- Cubiertos: el tenedor a la izquierda; cuchillo y cuchara a la derecha, con el filo del cuchillo hacia el plato.
- Copas: el vaso de agua frente al cuchillo; la copa de vino ligeramente arriba y a la derecha.
Si el menú es informal, puedes simplificar. Nadie va a extrañar un cubierto que no se va a usar.
Servilletas que suman, no que distraen
La servilleta es uno de los pocos elementos que permite jugar sin caer en exceso. Doblarla de forma simple, colocarla sobre el plato o a un costado del tenedor es suficiente. Si quieres un guiño navideño, opta por un aro discreto, una rama de romero o un listón fino. Evita figuras complicadas: se ven bien en fotos, no tanto en la práctica.
Manteles, caminos y texturas
Una mesa de Navidad no tiene que ser blanca ni formal por obligación. Un mantel de lino natural, un camino textil o incluso la madera al descubierto pueden funcionar igual de bien. La clave está en la coherencia de materiales. Si usas vajilla clásica, acompáñala con textiles sobrios. Si la vajilla es contemporánea, deja que la mesa se vea más relajada.
Iluminación, el detalle que cambia todo
La luz transforma por completo la experiencia. Si es posible, baja la intensidad general y apuesta por velas. No tienen que ser muchas ni aromáticas. La iluminación cálida hace que la mesa se sienta más cercana y menos ceremonial.
Detalles personales con moderación
Una tarjeta con el nombre, un menú impreso o un pequeño objeto colocado sobre el plato puede sumar, siempre que no parezca obligatorio. La Navidad también es espontaneidad, no escenografía perfecta.
Acomodar la mesa para la cena navideña no se trata de impresionar, sino de crear un espacio donde nadie sienta que está estorbando. Cuando la mesa está bien pensada, todo fluye mejor: la conversación, la comida y el tiempo compartido.