Fortaleza: una forma de ser vulnerable

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Algo que puede pasar por debilidad, en realidad resulta con frecuencia una verdadera fortaleza. El punto consiste en entender que abrirnos puede ofrecer la posibilidad de mostrar una dimensión profunda y humana. Se presta para la solidaridad y la comunión verdadera, sin máscaras. Por Lydia Cacho Rachel Maddow camina por las calles de la ciudad de Nueva York y resulta imposible no mirarle; sin duda alguna, la fortaleza de sus pasos, su mirada profunda y sonrisa carismática la han convertido en una periodista inconfundible. Esta doctora en Ciencias Políticas de Oxford es ganadora del Emmy por su agudeza y sentido del deber al cubrir las noticias más sobresalientes de Estados Unidos. Además de ser una de las periodistas más notables de la cadena estadounidense MSNBC, conduce el programa progresista The Rachel Maddow Show. El pasado 19 de junio de 2018, durante su noticiero, surgió una nota importante de última hora. El presidente Donald Trump había autorizado a los agentes de migración encerrar a niñas, niños y bebés en jaulas. Todo esto luego de separarles por la fuerza de sus padres y madres. Maddow dio inicio a la noticia y en unos segundos se llevó la mano al rostro. Intentó controlar el llanto, respiró, bajó el mentón y sus ojos no pudieron resguardar las lágrimas. Esta mujer, nombrada una de las 10 analistas más importantes de su país, mostró absoluta vulnerabilidad. Intentaba explicar la dolorosa situación de separación familiar. Las anécdotas de bebés encerrados, sollozando por volver a los brazos de sus madres. La periodista dio paso al corresponsal en Texas que cubría la nota. Subió la mirada y frente a su cámara admitió que le era imposible continuar hablando. Por vez primera esta notable mujer se convirtió en noticia; fue herida por una realidad que le pareció inenarrable. Carmen Yulín es la alcaldesa de Puerto Rico, una mujer brillante y fuerte. La gente admira su tenacidad y capacidad como estratega política; tal vez por eso millones de personas lloraron con ella mientras enviaba un mensaje formal en conferencia de prensa luego de que el huracán María causara un desastre humanitario en la isla, que es territorio estadounidense. Hizo lo imposible por mantener el tono de voz sólido que la caracteriza; sin embargo, el eco de un llanto contenido en la garganta se lo impidió. “Nos estamos muriendo aquí, y no puedo comprender la idea de que la nación más grandiosa del mundo no pueda coordinar una logística para salvar a una pequeña isla de 100 millas. Mayday, estamos en problemas”, dijo con voz temblorosa frente a camarógrafos que no pudieron aguantar su propio dolor. Este llamado de ayuda desesperada mostró a la activista. Una mujer que necesitaba sostenerse del podio para seguir hablándole con dignidad al presidente de su país. La tragedia de su pueblo le llevó a romper todo protocolo convencional; frente a las cámaras estaba una mujer que, como la isla que gobierna, parecía herida de muerte. Ver: Sin miedo a ser diferentes’, la campaña de Swarovski que celebra el uniqueness Las mujeres con más fortaleza son aquellas capaces de reconocer su vulnerabilidad (del latín vulnerabilis: vulnus: herida; -abilis, que indica posibilidad). Todas vivimos cada día entregadas a la probabilidad del éxito, de obtener logros que parecían quiméricos, aquellas metas que nunca antes, tal vez ni un solo hombre, había alcanzado. Al mismo tiempo sabemos que el mundo de los negocios y de la política espera líderes de hierro, producto de una cultura que durante siglos nos ha dicho que sólo los más fuertes llegan a la cima, que únicamente quienes resisten el dolor con absoluto estoicismo serán respetados. Las mujeres han cambiado la narrativa del poder, por tanto, la del liderazgo. Las más notables, aquellas admiradas y queridas auténticamente por la sociedad, no son las mujeres víctimas, ni las sumisas, sino las que, reconociendo la grandeza de su prestigio, de su poder, son capaces de abrir las manos para mostrarse como seres sentipensantes.

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Elizabeth Eckford, la primera estudiante de color que se integró a la preparatoria en Little Rock, camina sin titubear ante la hostilidad y los gritos de los políticos y las madres de familia que protestaban por su inclusión en el sistema educativo público. Ella fue una de nueve estudiantes afroamericanos a los que la Corte Federal ordenó que debían proceder a inscribirse y asistir al colegio de su área. Elizabeth, con su vestido impecablemente planchado y un libro en brazos, mostró gran valentía. Sin embargo, es la vulnerabilidad que notamos en la fotografía, lo que nos hace admirarla aún más por resistir y vencer.

Nadie puede olvidar el día en que la princesa Diana de Gales habló acerca de su ansiedad y depresión, cuando expresó que sufría de anorexia y bulimia debido a las presiones de una vida rodeada de exigencias que no concordaban con su sensibilidad humana; esa confesión desató el reconocimiento de las enfermedades alimenticias como parte de procesos psicoemocionales depresivos; desató campañas educativas, quebró un tabú. Como ella, la actriz y filántropa Angelina Jolie rompió las reglas de la mujer perfecta. Publicó un artículo personalísimo en el periódico New York Times. En él narraba el padecimiento de su madre, el miedo al cáncer. Las razones por las cuales había decidido llevar a cabo una serie de cirugías preventivas. Éstas le causarían una menopausia clínica irreversible. Todas ellas, sin duda alguna, son un ejemplo para millones de mujeres. No únicamente por la diversidad de sus talentos, habilidades y actitud compasiva frente a las y los demás. Lo son porque han sido capaces de convertirse en espejo de la fragilidad humana. No se detienen ni avergüenzan frente al dolor de sus heridas; tampoco las muestran como víctimas imperturbables.

¿Por qué es tan importante?

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Protesta de niños y sus padres, en Washington, a raíz de la cruel iniciativa del presidente Donald Trump para separar a los padres inmigrantes ilegales de sus hijos y deportarlos. La gran manta y pancartas que la rodean tienen una frase desgarradora para apoyar a los más vulnerables: los niños aislados en prisiones y jaulas. La leyenda a rma: “Soy un niño”. Nada tan poderoso como reconocer que la injusticia ataca a los pobres, a los desesperados y a los despojados. Un hecho que removió los corazones como no se había visto en muchas décadas en la complicada situación fronteriza.

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