Celebremos el amor, la amistad y su relación con el estilo

Celebremos el amor

Todo sobre las relaciones en tiempos de inmediatez.

Ashton Kutcher se pregunta, en esta era de Internet, ¿estaremos perdiendo nuestra habilidad de comunicarnos sinceramente?

Estaba filmando una escena de mi nueva película, No Strings Attached, en la cual le digo a Natalie Portman, “si me extrañas... no puedes mandarme un mensaje de texto, no puedes mandarme un e-mail y no puedes ponerlo en mi muro de Facebook.

Si en verdad me extrañas, ven a verme”, así empecé a pensar en los millones de intercambios íntimos que se hacen vía dedos y pantallas, viajando por satélites y servidores. Con tantos mensajes de texto, e-mails y redes sociales, empecé a preguntarme, ¿estamos tanen contacto unos con otros que estamos a punto de perder el contacto?

Antes, un hombre conocía a una mujer e intercambiaban números telefónicos. La zozobra crecía. Imaginaban toda la relación
antes de que la llamada sucediera. El teléfonosonaba.
Los corazones latían. “¿Bueno?”. Y empezaba una conversación que duraba dos horas, pero que parecían dos minutos y que sería analizada con las amigas durante dos semanas. Si todo salía bien, se planeaba una cita. Eso era antes.

Ahora intercambiamos números pero enviamos
mensajes de texto en lugar de llamar porque eso aminora el riesgo de ser bateado y elimina los terribles silen
cios incómodos. Hoy la zozobra no deja de crecer. Blip.
“Fue LINDO conocerte”. Ambos lados analizan cada 
palabra. Hablamos con¡ un amigo, un Cyrano improvisado: “escribió ‘lindo’ en mayúsculas. ¿Qué quiere decir? ¿Qué le escriba?”. Luego escribimos la respuesta y la borramos 10 veces antes de enviar un mensaje que indique que nos importa, pero no tanto. Si todo sale bien, se planea una cita.

Te guste o no, la era digital ha producido un nuevo formato para el romance moderno, y la selección natural puede estar favoreciendo más a los de dedos rápidos y respuestas astutas que al macho alfa que sabe romper el hielo y está seguro de sí mismo. O tal vez nos estamos ocultando detrás del manto de los textos digitales y los correctores de ortografía para presentar versiones superiores de nosotros mismos, mientras usamos estas formas menos íntimas de comunicación para acelerar el proceso de cortejo. ¿Entonces para qué sirve? Se desata la controversia por saber quién inventó los mensajes de texto, pero creo que podemos estar seguros de que fue un hombre. Muchos estudios demuestran que el hombre promedio usa la mitad de palabras por día de las que utiliza una mujer, de ahí los mensajes de texto. Elimina los saludos y los adioses y va directo al grano. Si eso no es comportamiento masculino, no sé qué lo sea. También es una manera excelente para pasar notas. Es divertido compartir un secreto con tu pareja en compañía de otras personas. Piensa en los mensajes de texto como en la forma moderna de susurrarle al oído a tu amante.

Igualmente es divertido enviar mensajitos por Twitter o Facebook. De cierta forma, es como mandar flores a la oficina: estás declarando tu amor para que todo el mundo lo vea. ¿A quién no le gusta que lo adoren públicamente? Sólo recuerda que lo que pones lo ve todo el mundo, y hay cosas que no puedes pretender no haber visto.

Pero la realidad es que nos comunicamos con cada parte de nuestro ser, y hay momentos en que tenemos que utilizarlas todas. Cuando alguien nos necesita, ella o él nos necesita completos. No hay texto que pueda reemplazar el toque amoroso cuando alguien a quien queremos está sufriendo.
No hemos perdido el romance en la era digital, pero es posible que lo estemos descuidando. Al hacerlo, las formas anticuadas están teniendo de nuevo relevancia. El poder de una carta escrita a mano es más grande que nunca. Es personal y premeditada, y significa más de lo que un e-mail o un mensaje de texto jamás lo hará. Tiene un olor único. Requiere ser descifrada. Pero, lo más importante, tiene defectos. Hay faltas ortográficas, de puntuación, de gramática y de estilo que muestran vulnerabilidad. Y la vulnerabilidad es la esencia del romance. Es el arte de ser espontáneo, de tener la voluntad de verse bobo, de tener el valor de decir, “éste soy yo, y estoy interesado en ti lo suficiente como para enseñarte mis defectos, con la esperanza de que me quieras por todo lo que soy pero, especialmente, por todo lo que no soy”.

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