Por Celia Cuervo
Miuccia Prada siempre ha sabido tomar el pulso al ritmo de los tiempos. Fue una joven del suyo propio, en los 70, una rebelde inquieta, militante del partido comunista, que luchaba por aquello en lo que creía, gustara o no en su entorno familiar. Estudió Ciencias Políticas, era (y es) una revolucionaria nata, pero terminó uniéndose a la compañía de su familia no sin antes luchar contra sus propios demonios: por aquel entonces, se consideraba demasiado feminista para dedicarse a un sector que en su día entendió como superficial y snob, pero es gracias a perfiles como el suyo que esto, el significado de lo que vestimos y cómo lo vestimos, ha cambiado tanto. A mediados de los 80, introdujo por primera vez el prêt-à-porter en Prada, iniciando su pequeña gran revolución textil y dando una nueva dimensión a la empresa de marroquinería que su abuelo había creado en 1913.
La Sra. Prada es un termómetro social y estético, y a la cabeza de Prada y Miu Miu, ha redefinido la importancia del vestidor femenino en las últimas cuatro décadas, entendiendo como pocos cada momento que ha vivido esta industria: por eso, hoy, en la era del algoritmo y del bombardeo de información, ella no mira a otro lado: su última colección, la de primavera/verano 2025 codiseñada con Raf Simons, desafía a la cuadriculada computadora de Internet creando una propuesta plural en la que cabe casi todo.
“Vivimos en un tiempo de información infinita conducida por algoritmos, donde cada persona ve sólo su versión del presente, su realidad particular comisariada por ellos mismos. No queríamos criticar eso, pero sí conectar con esta idea para abrir un diálogo inspirado por nuestro momento cultural. Hemos examinado su significado en profundidad y hemos encontrado nuestras propias reacciones, la idea de elegir, de no predecir como medida de la creatividad humana, de Prada y para cada individuo”, explica Mrs. Prada. Frente a la necesidad de orden, de encajarnos en cubículos etiquetados que propone la red, Prada aboga por lo imprevesible de la naturaleza humana, por un cierto caos y, como siempre en el caso de la Sra. Prada, por la autenticidad. Simons, su pareja creativa desde hace ya algunos años, secunda a su amica: “Pensamos en cada individuo como un superhéroe con su propio poder, con su propia historia. Esto refleja una idea de transformación a través de tu práctica, tus acciones o a través de las prendas que vistes. Todas son formas de expresar un mensaje sobre tu propia autoridad y fuerza personal. Y eso puede transformar tu percepción de ti mismo”. Es habitual en la casa una visión tan sesuda de la moda como esta. Es, de hecho, uno de los puntos fuertes: darle no sólo continente, sino también contenido. Sobre la pasarela, el pasado septiembre desfilaron medio centenar de looks sin una coherencia aparente, pero con un sentido común. Uniformes para la sociedad plural
VIVIMOS EN UN TIEMPO DE INFORMACIÓN INFINITA CONDUCIDA POR ALGORITMOS.... NO QUERÍAMOS CRITICAR ESO, PERO SÍ CONECTAR CON ESTA IDEA PARA ABRIR UN DIÁLOGO INSPIRADO POR NUESTRO MOMENTO CULTURAL.
de hoy, referencias al pasado (uno de los recursos favoritos de la Sra. Prada), con homenajes a otras épocas, como el retrofuturismo de los 60; trampantojos, leotardos que se llevan con cinturones, apliques descabellados. Un universo aparentemente alocado en el que todo encaja. Y en el que el detalle, al acercar el ojo, ofrece una dimensión diferente. De entre todos, el look más especial es un vestido repleto de lentejuelas que desfiló con una gabardina amarilla y visera XL. Esta pieza, que requiere de 24 horas de confección, es la protagonista de la tercera temporada de Made in Prada, el proyecto en el que se desvelan los entresijos de las confecciones más importantes de cada temporada. En este look confluyen todas las ideas que estructuran la propuesta para este verano, pero, principalmente, se demuestra cómo la artesanía y la innovación, juntas, crean cosas increíbles. El vestido parte de un ligerísimo tul para convertirse en una pieza de coleccionista: sobre el tejido, se bordan primero a máquina centenares de lentejuelas con un hilo transparente. La base la pone la tecnología, pero luego llega el turno de la mano: en el siguiente paso, los maestros de la aguja de la casa italiana bordan uno a uno pequeños espejos de diferentes tamaños y cristales que crean flores. Un total de 2,700 piezas bordadas que juegan a reflejar la luz desde diferentes perspectivas, en una metáfora de la sociedad actual que la Sra. Prada y Simons quieren reflejar a través de sus prendas. Toda una obra de arte... y de (nueva) cultura pop.