Gabrielle develada

cq5dam.web_.1280.1280.jpeg-4043.jpg

Dedicatorias, novelas, libros de poesía, fotografías, bocetos y una colección de objetos personales trazan el mapa para descifrar una faceta oculta de Coco Chanel.

Una nota escrita a mano por la propia Gabrielle Chanel da inicio al recorrido: “La vida que llevamos siempre es equivalente a tan poco; la vida que soñamos, esa es la gran existencia, pues continuará más allá de la muerte”. Leer y soñar sobre cómo quería que fuera su vida, buscando cambiar su rumbo, fue exactamente lo que hizo la joven Emma Bovary, protagonista de la más famosa novela de Gustave Flaubert, y esa es la razón por la cual el manuscrito original de Madame Bovary, escrita en 1856, se exhibió extraordinariamente junto a aquel pedazo de papel sentenciado por la irrepetible diseñadora, en la más reciente exposición dedicada a explorar su vida.

Dicen que somos los objetos que acumulamos durante nuestra vida y si eso es cierto, realizar una radiografía del mítico departamento de rue Cambon de Mademoiselle Chanel revelaría que, entre los paneles laqueados de Coromandel y las paredes cubiertas de repisas repletas de libros, se encuentran muchas de las herramientas para descifrar a Chanel como mujer, como amiga y como creadora. Aunque siempre estuvo rodeada de gente, en el fondo, Gabrielle fue un alma solitaria. Desde sus años en el orfanato hasta el final de su vida, los libros fueron sus más estoicos acompañantes, aquello que nutría su imaginación, le daba orientación a su búsqueda incansable por lo invisible y que le enseñaría a construirse a sí misma.

Buscando entender la verdadera influencia que tuvieron las historias contenidas en esas páginas sobre ella, nació la última muestra del proyecto Culture CHANEL, establecido en 2007 y que ha dado origen a siete exhibiciones individuales, concebidas y curadas por Jean Louis Froment. Titulada La Donna Che Legge –o La mujer que lee–, la exposición recién terminada se instaló en Ca’ Pesaro – Galleria Internazionale d’Arte Moderna en Venecia, ciudad que fue una de sus grandes fuentes de inspiración. En ella, la biblioteca de Chanel fue descifrada y exhibida por primera vez, con el propósito de desentrañar su universo creativo.

“Descaradamente y con la sensación de estar robando los momentos íntimos de otra persona, torné mi mirada hacia los títulos de los libros, sus autores, sus narrativas. Al meterme entre los ojos de ‘la mujer que lee’ y lo que leía, entendí cómo el mundo de estos libros habían dado respuestas a las intuiciones creativas de Gabrielle Chanel, y cuánto de su vida –misma que siempre se rehusó a escribir– estaba escrito ahí en estos estantes, cargados con creencias, dudas, deseos, arrepentimientos, ambiciones, enojos, escapes... en este apartamento con sus paredes de oro envejecido como los bordes de los viejos mi- sales de la abadía de Aubazine o los objetos venecianos que tanto le gustaban”, narra Jean-Louis Froment sobre los orígenes de la muestra.

Organizada en cuatro secuencias: La vida que llevamos, Mensajes invisibles, Pensamientos que te hacen pensar y Aspectos del tiempo, La Donna que Legge reunió más de 350 objetos, entre libros, múltiples dedicatorias, archivos, fotografías antiguas y contemporáneas, pinturas y bocetos, al igual que objetos de arte de su departamento, joyería y perfumes, muchos de los cuales nunca antes habían sido mostrados al público, se exhiben lado a lado de una selección de creaciones de Karl Lagerfeld que honran estas influencias.

La meticulosa curaduría de Froment recorre publicaciones que van desde la antigüedad hasta los contemporáneos de Chanel, destacando las obras de Homero, Platón, Virgilio, Sófocles, Dante, Montaigne y Cervantes, y entrelazándolas con los escritores que ella conocía y admiraba, como Pierre Reverdy, Max Jacob y Jean Cocteau. Al crear un inteligente juego de analogías y correspondencias visuales, logra revelar el vocabulario estético que Gabrielle Chanel construyó a lo largo de su vida, enriquecido por su amor por las líneas puras y el clasicismo, por su pasión por el barroco y las influencias rusas, al igual que los símbolos que formaron su iconografía personal, como el número cinco, las cometas y los leones.

Sería imposible intentar separar a la mujer de sus influencias, o decidir cuál de las dos vino primero. Sin embargo, es indiscutible que las relaciones que mantuvo durante su vida con la lectura y con algunas de las mentes creativas más importantes de sus tiempos fueron cruciales. Jean Cocteau lo dijo mejor cuando escribió: “Ella ha, por algún tipo de milagro, conseguido operar en la moda acorde a reglas que parecían válidas sólo para pintores, músicos y poetas.”. Resulta imposible no fascinarse al descubrir que los enlaces entre amistades, conversaciones e intercambios están marcadas tan claramente como puntos de una constelación que, al conectarse, prometen develar el trasfondo de los pensamientos y creaciones de la que sin duda sigue siendo la mujer más enigmática en la biblioteca de la moda.

TAMBIÉN TE VA A GUSTAR